miércoles, 26 de marzo de 2008

PARIS: ESCUELA DE LIBERTAD

En París respiré por primera vez en muchos años, LIBERTAD. Libertad de pensar, libertad de hablar, libertad de opinar, libertad de escribir... y por encima de todo aprendí algo que no es fácil:respetar la libertad de los otros para que respeten la tuya.
  Es verdad que en París, como en todo el mundo existen los aduladores de la vanidad ajena, los que usan su libertad a modo de berbiquí para fisgonear en las vidas de los otros; pero también existen, como en todas partes los amantes del respeto a la persona, a su idiosincrasia, a su vida y a sus vivencias. 

  En París descubrí personas que quieren, que sienten y que respetan al prójimo con una sinceridad a prueba de bomba. Tres ejemplos os pueden ilustrar esta experiencia.
1.- Recién aterrizado en París , después de un viaje de varios días con mis padres y mi hermana Pilar por Suiza, Austria, Hungría ( rápido y con no muy buen recuerdo, excepto la comida en la Estación Central de Budapest) Alemania- pocos días después de los atentados de los juegos de Munich, me encuentro en la parroquia. Estaba solo. Sin cura, sin llaves, sin modo de entrar, ni qué hacer. Un señor que fue después un buen colaborador mío, me ofreció y dio todo lo que él pudo y supo. En medio de la soledad, me encontré acogido y recogido... sin pedir nada a cambio. 
 2.- La amistad de una amiga francesa; amiga de la infancia de los veranos en Cornudella del Montsant, allá por los años cincuenta. De la amistad y del respeto de su señor padre- era todo un señor, un digno señor y un excelente consejero -. En esta familia, encontré mucha ayuda, paciencia en escucharme y respeto a mis decisiones y por mis preocupaciones. Yo confiaba mucho en ellos- no tenía nadie más, y Linda encontró un soporte a su vida durante mis ausencias. Fueron la gran familia, que no tuve en mi casa.
 EN FRANCIA y con ellos empezó a desaparecer la soledad y una poca de la angustia vital que me acompañaba desde los desdichados años de Bolivia. La hija se llamaba COLLETTE VANDERHAGEN, su padre PIERRE Y SU MARIDO MR. BERNARDIN. Mi hermana M. Asunción estuvo un verano en su casa, en la rue Vaugirard.- 
El delegado de Mr. Desroche para dirigir mis estudios de sociología religiosa en la universidad, era Mr Roberto, un panameño, afincado en París. Desde mi punto de vista fue un auténtico soporte incondicional a mi trabajo y a mi situación personal. Y un poco más tarde, a la de Linda. 
 Poco a poco y muy lentamente me di cuenta de que fuera del círculo jesuítico había también personas, que sin lugar a dudas eran sensibles y proclives a ayudar... sin nada a cambio. Descubrir esto fue mi tabla de salvación y mi lucha por una nueva esperanza liberadora!!

miércoles, 12 de marzo de 2008

MI VIDA, SEGUNDA PARTE . UN PERSONAJE CURIOSO.

Mi francés allá por los años 70 no era  tan fluido como yo creía.
  Aunque es verdad que en el bachillerato cursé como idioma extranjero el francés y que a lo largo de mi formación como jesuita participé en varias "maisons francaises"...  al llegar a Francia - camino de mi exilio voluntario - después de los sucesos de Bolivia, me encontré casi casi analfabeto.
 Mi destino una PARROISE  ST. FRANCOIS al sur de París en Anthony. Allí se me ofreció la posibilidad de olvidarme, reciclarme como ser humano, reencontrarme conmigo mismo y al mismo tiempo reflexionar "metodológicamente" al estilo cartesiano. 
  Una parroquia suponía la posibilidad de sobrevivir en Francia y al mismo tiempo estudiar sociología religiosa en un centro de reconocido prestigio "L'ecole pratique des Hautes Etudes de Sciences religieuses et sociales". Por otra parte me liberaba de la carga afectiva que suponía la convivencia con la comunidad jesuítica de Rue de Grenelle, donde desde mi llegada para presentarme al Superior, no pasé de ser un personaje digno de - sic- ser estudiado. Un ser curioso que anhelaba explicarse y que como bicho raro era muy interesante, pero como jesuita era un pobre diablo que se había metido en camisa de once varas. 

  Como podéis comprender, desistí y no fui nunca más a aquella comunidad jesuítica... me traía demasiados recuerdos, malos recuerdos y la sangre me hervía otra vez. Recuperé mi costumbre de tomar pastillas y más pastillas, para la digestión, para el insomnio, para la tensión... sentía otra vez el peso de "comunidad organizada" que no tolera interferencias ni novedades que puedan alterar el ritmo diario.a confusión. Me enseñó a "tomar distancias" para aprender a valorar en su justo precio los avatares de la vida. Empecé a vivir de nuevo sin la angustia encima los hombros, sin las dudas en mi mente y con la fortaleza de querer VIVIR con plenitud el futuro, que sabía sería duro por lo que de enfrentamiento iba a tener con la sociedad, la familia, los jesuitas y sobretodo conmigo mismo. 

  El francés ya era más fluido. Pude enfrentarme ante un centenar de condiscípulos para explicar mi teoría sobre los incas y la destrucción de su imperio, la condescendencia de la iglesia con las capas pudientes de la sociedad latinoamericana para asegurarse favores y prebendas, que poco después pude comprobar en Ecuador muy especialmente ... Y pude enfrentarme a mi condición de jesuita para despedirme de la comunidad de Rue de Grenelle, no sin antes agradecerles que me hubieran escuchado y mirado con la misma atención que a un mono de circo  Seguiré , lo prometo y no tardaré tanto.