Es verdad que en París, como en todo el mundo existen los aduladores de la vanidad ajena, los que usan su libertad a modo de berbiquí para fisgonear en las vidas de los otros; pero también existen, como en todas partes los amantes del respeto a la persona, a su idiosincrasia, a su vida y a sus vivencias.
En París descubrí personas que quieren, que sienten y que respetan al prójimo con una sinceridad a prueba de bomba.
Tres ejemplos os pueden ilustrar esta experiencia.
1.- Recién aterrizado en París , después de un viaje de varios días con mis padres y mi hermana Pilar por Suiza, Austria, Hungría ( rápido y con no muy buen recuerdo, excepto la comida en la Estación Central de Budapest) Alemania- pocos días después de los atentados de los juegos de Munich, me encuentro en la parroquia.
Estaba solo. Sin cura, sin llaves, sin modo de entrar, ni qué hacer. Un señor que fue después un buen colaborador mío, me ofreció y dio todo lo que él pudo y supo. En medio de la soledad, me encontré acogido y recogido... sin pedir nada a cambio.
2.- La amistad de una amiga francesa; amiga de la infancia de los veranos en Cornudella del Montsant, allá por los años cincuenta. De la amistad y del respeto de su señor padre- era todo un señor, un digno señor y un excelente consejero -. En esta familia, encontré mucha ayuda, paciencia en escucharme y respeto a mis decisiones y por mis preocupaciones. Yo confiaba mucho en ellos- no tenía nadie más, y Linda encontró un soporte a su vida durante mis ausencias. Fueron la gran familia, que no tuve en mi casa.
EN FRANCIA y con ellos empezó a desaparecer la soledad y una poca de la angustia vital que me acompañaba desde los desdichados años de Bolivia. La hija se llamaba COLLETTE VANDERHAGEN, su padre PIERRE Y SU MARIDO MR. BERNARDIN. Mi hermana M. Asunción estuvo un verano en su casa, en la rue Vaugirard.-
El delegado de Mr. Desroche para dirigir mis estudios de sociología religiosa en la universidad, era Mr Roberto, un panameño, afincado en París. Desde mi punto de vista fue un auténtico soporte incondicional a mi trabajo y a mi situación personal. Y un poco más tarde, a la de Linda.
Poco a poco y muy lentamente me di cuenta de que fuera del círculo jesuítico había también personas, que sin lugar a dudas eran sensibles y proclives a ayudar... sin nada a cambio.
Descubrir esto fue mi tabla de salvación y mi lucha por una nueva esperanza liberadora!!