domingo, 26 de agosto de 2007

LA MARGINAL DE LA SELVA

Ciertamente algo había cambiado. Unos días después, y tras otras entrevistas con el "francés" que acababan siempre con una partida de ajedrez y una discusión filosófica, después de dejarle "ganar" me preguntó: ¿Entonces el señor es padre de verdad?, a lo que le respondí que sí y que era jesuita. Altamente sorprendido me mira ...
  -¿Por qué está detenido?, ¿Qué ha hecho?. - No entendí nada, ni contesté de inmediato. Al rato le digo: esto lo debería Vd. preguntar a los que vinieron al colegio de los salesianos y me trajeron de noche hasta aquí. -Voy a aclarar todo esto y ya le diré algo. ...
 Se acabaron las partidas, las comidas en la cantina, y las entrevistas con el oficial. Todo volvió a la rutina y a la cura de adelgazamiento y sauna ya relatada. Del oficial nunca volví a saber ni a ver nada. Un par de días después a las 5.00 me despiertan. Me tengo que levantar. Salimos de viaje... y ya no volveremos por allí. ¿Hacia dónde?... ¡¡Vamos ya!! 
La verdad es que rehacer el equipaje no me cuesta mucho. Salgo fuera, bien acompañado, y un wolsvagen "escarabajo" me espera con un sargento de conductor y otro de acompañante. La marginal de la selva se hace más impresionante y bellamente sorprendente a medida que se levanta el día. Los inmensos árboles cubren la pista forestal y a sus bordes rebrotan de nuevo con fuerza "amazónica" nuevos pimpollos con una enorme fuerza invasora. Y así 400 Kms. en silencio, con una botella de agua y una sola frase en todo el trayecto: ¿Ha visto vd. lo grande y denso que es el matto grosso? ¿Ha visto vd. qué fácil es perderse en él?. Me giré y le reconocí. Me acordé de sus amenazas en uno de los interrogatorios. Me callé y recé y mucho y en silencio. Hacia las 13.00 llegamos a un cuartel, enorme, grande, con vallas y alarmas, con controles y demás. Estábamos en Campo Grande. En la sede del Cuartel General del Estado de Campo Crande. El Matto Grosso quedaba atrás!! ¡¡Uf!!.

domingo, 19 de agosto de 2007

UN JAQUE MATE ME ABRE ALGUN RESQUICIO DE ESPERANZA

Omito muchos pormenores de los interrogatorios y declaraciones firmadas o grabadas por una sucesión ininterrumpida de militares de todas las graduaciones, de capitán hacia abajo. La comida seguía igual. Mi régimen adelgazante era de lo más efectivo que había encontrado sin proponérmelo y la estrechez de mi "cómoda habitación-sauna" me permitía hacer enormes sesiones de sudoración y marcha a lo ancho , largo y de través para autoestimularme diariamente. 
 
 Un día, no recuerdo cuántos habían pasado se sucedieron diversos acontecimientos que alteraron mi monótono quehacer diario. Un Comandante del cuartel de Corumbá me hizo presentarme ante él. Sus ayudantes apuntaron mis respuestas, supongo que también sus preguntas; la sesión duró aproximadamente unas tres horas, que yo aguanté de pie. Al finalizar su ayudante me presentó la hoja de declaración que yo había hecho. ¡¡Cuánta imaginación y creatividad la de aquellos impresentables!! Evidentemente no la firmé, lo cual ayudó magníficamente a mi régimen de adelgazamiento. Aquel día sólo comí agua del grifo.
 Por la noche un sargento me recordó en mi aposento, con dos bayonetas apuntándome cariñosamente , lo del matto grosso, lo de perderse, o lo de entregarme a la policía política para ayudarme a aclarar mis ideas. Muy de mañana, todo estaba oscuro, un fuerte golpe en la puerta me despertó.

 Debía firmar la declaración: Había escapado de la Revolución de Banzer, pretendía buscar voluntarios en Santa Cruz, me había escrito y relacionado con Pablo Freire y Mons. Casaldáliga , era afiliado al PARTIDO COMUNISTA  Boliviano etc. etc. No firmé. Y me negué a hablar de todo aquello que no conocía
Me atreví a más y expuse la arbitrariedad de mi detención, la falta de respeto al derecho de asilo en la Iglesia en Brasil al igual que en Bolivia y exigí tener noticias y referencias de mis superiores en España a dónde , según mis declaraciones , pretendía ir ya que estaba cansado y aburrido de tanta lucha entre hermanos bolivianos. Mi gran falta, les expliqué, fue que no quería ni aceptaba dinero para celebrar una eucaristía y que iba siempre con perilla, además de publicar mensualmente en el periódico LA VERDAD de Santa Cruz de la Sierra diversos artículos sobre educación y libertad. Algo les sorprendió de lo que les decía. Se levantaron, me dejaron solo . 
 El día ya había amanecido. Tuve miedo. No sabía lo que pasaba ni me lo imaginaba ni quería intentarlo. Al poco rato un teniente me pidió que le acompañase. La cantina del cuartel para los oficiales parecía de un hotel de verdad. Me sentaron literalmente en una mesa. Pasó mucho rato. Era punto de atracción de todas las miradas... ¡cuánto militar! Después apareció un capitán. Era católico, me dijo, y quería hablar de religión. Me invitó a desayunar (buen desayuno) y se quedó toda la mañana conmigo. Al final me dijo que le gustaba jugar al ajedrez. Le gané de largo. Dos partidas en aquella mañana acabaron en jaque mate para el brasileño, que me sonrió cínicamente cuando le hice esta reflexión. A mediodía me invitó a comer con los oficiales, solo en una esquina... pero comí una feijoada. Fue la segunda de mi vida. Por la tarde volvió y me habló de filosofía, de Descartes y del idioma francés. (Él se había formado en Francia ) . Mi suerte empezaba a cambiar; esto es lo que yo creía y deseaba. Pero no era oro todo lo que relucía en las estrellas del cuello de su chaqueta.

miércoles, 15 de agosto de 2007

UN HOTEL DE UNA ESTRELLA PERO CON MUCHAS PUNTAS

LA LLEGADA. La recepción fue de lo más estimulante. Después de un viaje de no sé cuántas horas hasta el acuartelamiento brasileño de Corumbá, la recepción fue de lo más atenta y detallista de cuántas recuerdo yo. Entrego todo lo que llevo encima: reloj, monedero vacío, algunos teléfonos de Bolivia que se incautan, y la mochila o bolsa de viaje con un poco de ropa, medicamentos que me habían entregado las monjas antes de salir, unos zapatos de repuesto y algo para aseo personal.. El cacheo es minucioso. 

Se miran los soldados unos a otros... y me asignan el aposento de aquel lujoso hotel: un catre, una ducha y lavabo y una ventana que da a ninguna parte. La Puerta, curiosamente, se cierra por fuera y aunque yo lo intente no se puede abrir desde dentro.La temperatura debe pasar de los 29 grados y la humedad estará en un 90%. El suelo de ladrillo rezuma humedad y se engancha en los pies.
  Las cucarachas, se me acercan dándome la bienvenida. Estoy absorto ,observando y con mi mente en el vacío cuando la puerta se abre con gran ruido, aparece una bayoneta, un rifle, un soldado y un plato de arroz con pasta y lentejas. Me asusto. Me retiro hacia atrás; tropiezo con el catre, y me gritan para que coja el plato. Después de mirarlo y remirarlo, intenté comer algo, pero las arcadas se apoderan de mi. Al poco rato se repite la misma escena; con cara y frases de cabreo me sacan al plato. A la mañana siguiente, después de no dormir, de mucho reflexionar, y de eliminar alguna cucaracha demasiado empalagosa y pesada, aparece la misma bayoneta... con el desayuno: una taza grande de té con leche y pan. La bebí y lo comí. 

Como en un hotel de categoría relleno un formulario. No tiene nada que ver con la estancia en el hotel. LA ENTREVISTA  Se refiere a cosas como: cargo que tengo en Bolivia, mi relación con Pablo Freire, con Mons.Casaldáliga (el obispo de Sao Félix), con la recién iniciada teología de la Liberación, porqué de mi huida de Bolivia, y más en particular de Santa Cruz y finalmente porqué de mi entrada en Brasil de forma tan irregular, sin documentos, sin permisos y sin destino prefijado cara al futuro. El cuarto donde relleno el formulario-declaración es como... mejor no decirlo.
  Los suboficiales son muy cordiales y claramente expresivos. Un ejemplo: sino declaro la verdad, contesto a todas sus preguntas como ellos quieren y en el sentido y forma que quieren, me indican con mucha amabilidad que me encuentro en el matto grosso, que hay cientos de kms. de vegetación abundante y densa y que no sería el primero en perderse por el denso matto. Para que lo entienda me aclaran que ni siquiera se necesita un disparo. Basta con "dejarme allá" y no hay más problema. Caso" fechado" (cerrado).

viernes, 10 de agosto de 2007

El teniente "lobo" con piel de cordero

La población de San Matías, en la frontera boliviana con la brasileña por la región del Matto Grosso vive exclusivamente del contrabando; contrabando de pilas, de coca, de pasta de dientes, de radios, de linternas, de papel higiénico... absolutamente de todo. Incluso de personas, de cuchicheos, de espionaje tipo marujeo, de prostitución y de todo aquello que huela o a dinero o a escalar puestos en la confianza del gobierno central de LA PAZ o del de BRASILIA.
 La avioneta, pilotada por el franciscano, una cessna de un solo motor y biplaza aterrizó entre "vaca y vaca" del pequeño aeropuerto
Un jeep militar del teniente "lobo" jefe del acuartelamiento fronterizo nos llevó, sin ningún problema hasta el colegio que los padres salesianos tienen al otro lado, ya en Brasil, en la ciudad de Corumbá. La despedida fue afectuosa; ni me pidió el pasaporte; él ya sabía que no lo tenía; me deseó un feliz viaje y una "tranquila estancia" en Corumbá, la hermosa ciudad de los mosquitos gigantes parientes cercanos de los helicópteros. Los conocí allá por el año 1966... y ellos me reconocieron de nuevo en esta segunda ocasión.
Al llamar a la puerta del colegio , acompañado del "lobo", les dijo que me dejaba en sus manos, ya que "al parecer" huía de Santa Cruz por el triunfo de la revolución del Gral. Hugo Banzer Suárez. Después supe que la operación cóndor estaba ya en marcha y que las reuniones de militares de los países del cono sur eran frecuentes y secretas.
 Los padres salesianos me acogieron y después de cenar - casi no comí nada - caí extenuado y me dormí.

 "¡El señor padre es pedido de sair do convento y do colegio para se entregar "voluntariamente" as autoridades militares do Brasil!". Ha sido denunciado por el governo amigo de La Paz. Si no sae voluntariamente, nos vamos a entrar militarmente"

¿Soñaba?¡ Era verdad! y eran las 3.30 de la madrugada. Cojo mi mochila, me pongo mis botas de cuero , mis pocos dólares escondidos en la bota, y me despido de la comunidad de Corumbá, no sin un temor a que ellos sufrieran represalias. La salida entre focos, luces intermitentes, voces de ¡¡alto! y muchas más lindezas me estremecen. Sabía que mi vida o mi muerte dependía absolutamente de ellos; tan felices y contentos con la "presa" sorprendida. Después pude comprobar cuánta verdad era lo que acabo de escribir. El traslado al cuartel de Corumbá no fue ni mucho menos un paseo. Sólo llegar empezaron los interrogatorios.