domingo, 30 de septiembre de 2007

CAMINO DE SAO PAULO.UN ALTO EN EL CAMINO

Amigos; llevo varios días sin explicaros mis cuitas. La verdad sea dicha, la situación que está atravesando España en general y el País Vasco y Catalunya en particular, me han alterado el ritmo de mis reflexiones sobre el pasado -aún presente- de mi azarosa vida. Creo que por fin el gobierno de España, como gusta que le llamen, conseguirá alinearse de un modo claro con las repúblicas más bananeras y tercermundistas
Estoy pensando en sugerir,al señor Zapatero que solicite de la Santa Sede la declaración de mártires de la ONG. del ejército español, a todos los caídos en los diferentes frentes en misión de paz y en tareas humanitarias.
 No estaría de más que sobre el ataúd pongan el fusil y la ametralladora que los pobres debieron de utilizar para sus tareas de reconstrucción y pacificación.¡¡Manda huevos!!

 Dicho esto prosigo mi ruta por el matto grosso. Después de varios días de letargo y aburrimiento algo se empieza a mover, y dada la parsimonia y tranquilidad de los brasileños en resolver problemas de trámite , siempre y cuando no medien coimas o sobornos sustanciosos , presiento que algo pasará.

 Mañana por la mañana salimos de viaje! Esté preparado ya que nos espera un largo viaje. Como ya empiezo a estar acostumbrado a sorpresas y sobresaltos me aventuro a preguntar: ¿Hacia dónde?,¿ hacia Río Janeiro o hacia Brasilia? Si os soy sincero albergaba la esperanza de poder conocer Brasilia la inmensa capital federal del Brasil...  
Mi buen humor empezaba a aflorar suavemente. Al fin y al cabo, sino estaba detenido, sino custodiado, por qué no iban a pagarme un viaje turístico . Esperé la respuesta. - Vamos a Sao Paulo. - Por la mañana salimos del cuartel-calabozo, paramos en el Cuartel Gral. do exército; Aparece un policía que se me identifica como tal, y me comunica que tiene orden de llevarme a Sao Paulo. Lleva poco equipaje. Yo todavía menos. El jeep militar nos conduce hasta la estaçao rodoviaria. Subimos a un pullman de lujo de dieciséis asientos, todos convertibles en cama. Nos acomodan al policía y a mi juntos. Yo lado ventanilla. Antes de acomodarse me enseña las esposas y el revólver junto con una carpeta sellada con las instrucciones para mi traslado. Debe entregarla a la Jefatura Superior de Policía en Sao Paulo. Le indico que no creo que tenga necesidad de usar las esposas, y menos el revolver. Poco antes de llegar a BAURU el autobús se detiene para la comida. Espera que todo el mundo haya bajado y me recuerda- amablemente- el contenido de la cartera de mano, que no suelta.
    Primera sorpresa, me invita a comer y lo hace generosamente. Conversamos amigablemente, casi como compañeros o colegas. Me cuenta mil cosas de su trabajo y de que por lo menos conmigo no tiene que usar la fuerza. Regresamos al autobús que emprende su ruta hacia Sao Paulo. Son muchos kms. y al cabo de unas tres horas para de nuevo. Relevo de conductor, parada para tomar un café negro... mientras el policía me indica que quiere llamar a su esposa, si yo le garantizo que no lo comentaré con sus superiores al llegar a Sao Paulo. Se lo garantizo; llama. Vuelve a llamar... espera... vuelve a llamar... por fin lo consigue. Está como unos diez minutos. Está muy nervioso. Vamos casi corriendo... y el autopullman ha desaparecido cansado de esperar. Su cara se transfigura, se palpa el cuerpo, busca y rebusca....¡¡ Oh me he olvidado la carpeta, el revolver, las esposas y el sobre precintado en el bus.!!

domingo, 16 de septiembre de 2007

DEL "HOTEL" AL CALABOZO MILITAR.

PARECÍA EL CUENTO DE LAS MIL Y UNA NOCHES. No era para menos. Por fin y sin previo aviso aparece el sr. Obispo de Campo Grande. Llega precipitadamente; presencio una amarga discusión entre él y el Comandante del C.Gral. El sr. Obispo insiste en que quiere hablar conmigo y en privado, sin testigos, a puerta cerrada. Los dos suben las escaleras; al poco rato, y como si se hubiera tragado un bote entero de guindillas se abre la puerta y aparece. - !Hola¡ No se preocupe, todo se arreglará. -¿Ha podido contactar con el P.Provincial de los jesuitas en Bolivia o en Barcelona?... - Sí, pero... No puede seguir ya que el comandante se lo impide con un gesto brusco. Le coge del brazo y le empuja a salir. - Vd., me dice, no volverá a hablar con nadie sin mi autorización expresa. Y vd., monseñor no está autorizado a volver al C.Gral. mientras el señor padre continúe detenido entre nosotros.
 Brasil es una tierra de contrastes. Sus "personajillos", imbuidos de una grandeza miserable que cree más en la fuerza de la amenaza que en la de la verdad, son tan enigmáticos como despreciables; se creen dueños reales de la vida y de la muerte y dispensadores de oprobios e injusticias como de favores miserables. Detrás de cada amenaza aparece una sonrisa, un pero si... accede, cuenta, explica, etc., todo se puede arreglar.
 La situación cambió radicalmente. El mismo día, ya bien entrada la noche, aparece el comandante y me lee la orden de traslado al calabozo militar. Yo protesto, me siento con arrestos después de la entrevista con el señor obispo y de haber comprobado que su presencia era mal vista por los militares; Además no olvidé el " pero..." que me demostraba que algo se empezaba a mover.
 El calabozo era una nave mal oliente con unos veinte camastros dispuestos en literas. Había otros "residiendo", todos militares expedientados por estupideces,. Ya estaban al corriente de mi llegada, de quién era y de qué se suponía que hacía en Brasil. Por lo menos tenía con quien departir y hablar. Había una diferencia entre ellos (galones aparte) ellos estaban obligados a trabajar en lavandería, limpieza, jardinería... y yo tenía prohibido hacer ninguna tarea. Como tenía permiso para moverme por las dependencias me fui al encuentro del jefe. Le exigí hacer , trabajar en algo la pasividad es angustiosa. Me hizo pasar, me invitó a sentarme, me ofreció un café que acepté de mil amores, y sacó de la caja fuerte un sobre: "Procedimiento de actuaciones con el Sr. José M. Pérez: "El señor padre José María Pérez Casabayó no está detido, mais custodiado a la espera das órdenes superiores do Estado Mayor do exército en Brasilia; debe ser tratado con atençáo y procurando que no sufra daño alguno. Mais entre tanto está en régimen de detençao". Me quedó claro, sí... pero no y no... pero sí... De todas formas era verdad que el sargento Gonzalves y el obispo habían ido de buena fe. Aunque nunca leerán todo esto, !!!GRACIAS¡¡¡.

martes, 11 de septiembre de 2007

EL SARGENTO GONZALVES ENTRA EN ACCION

Era casi permanentemente el oficial de día. Aparentaba ser un hombre bonachón, sencillo, cordial pero algo distante o desconfiado y su aspecto físico, gordo, bajo, cabello canoso abundante y semiondulado así parecía confirmarlo. Y la verdad es que resultó así. Le había visto más de una vez. Siempre me saludaba con un "bon dia" y nada más Y cuando se iba por la tarde-noche, después de cenar se despedía con un "boa nocte". 
 Era viernes. A eso de las 11 de la mañana se me acerca, "da su permiso" y se sienta al lado mío en su -mi- habitación. "Pensaba que el señor padre podría venir mañana a comer conmigo en mi casa con mi esposa y mis dos hijos... en mi casa. Es muy sencilla pero mi esposa es muy creyente y además le acogerá de mil maravillas. !!¡¡¿¿??... Bueno los hijos mañana no estarán... Así estaremos más tranquilos para poder charlar con vd. y ver qué podemos hacer para ayudarle. !!!!¡¡¡¡ Entonces, si le parece , mañana cuando vayamos al hotel con el jeep del cuartel le llevaré a casa. No se preocupe, mi esposa lo tiene todo organizado, y yo por mi parte, por el cuartel, por el hotel y por el oficial de reemplazo también. -De acuerdo, pero tengo cierto miedo que no suceda alguna contrariedad y las cosas se me compliquen más. El sargento Gonzalves me hizo un indicación de silencio; paso un oficial le saludó militarmente y ambos se fueron. Al día siguiente, sobre las 11.30 apareció y sin ninguna preocupación me llamó. Subimos la jeep, camino de su casa. Allí estaba su esposa (no recuerdo su nombre) muy amable atenta y cuidadosa de su casa.
 Lo importante no fue la comida sino el plan previsto y preacordado con su esposo. Mañana, dijo, le acompañaremos a la misa de 11.00, la del sr. Obispo. Él le esperará después en la sacristía, para tener una entrevista, breve pero suficiente para que le conozca. Y él ya dirá después lo que se puede hacer. Mi cara debía parecer una caja de sorpresa y de miedo, aliñada con desconfianza, pero acepté sin hacer comentarios. Fuimos a misa, tal como estaba previsto. Me entrevisté con él en la sacristía. Fue muy breve. Me tomó mis datos, mis direcciones de España y de Brasil y de Bolivia y se acabó la entrevista. Le agradecí el interés... al irme ,como quien no da importancia a lo que va a decir, me comenta mañana a las once estaré en el cuartel, pediré por Vd. y hablaré con el Comandante en Jefe. Lo único que acerté a decir fue. MUCHAS GRACIAS!  De regreso el sargento ni me comento la entrevista. Fuimos de nuevo a su casa. Comimos y me devolvió al cuartel. El lunes a las 11.30 el sr. obispo no apareció ni el martes, ni el miércoles. Ni el sargento Gonzalves. Mi "estancia" volvió a complicarsae... como ya me suponía.

sábado, 1 de septiembre de 2007

UNA CUSTODIA MUY ESPECIAL

 Mi estancia en Campo Grande , propiamente en el CG de Campo grande fue de lo mas contradictorio y surrealista que me podía suceder durante mi prolongada permanencia forzosa en Brasil. Por una parte al llegar al centro, en medio de grandes medidas de seguridad, me vi "libre de la pesadilla de Corumbá" con sus amenazas de Matto, sus bayonetas acompañando las comidas, sus largos silencios... sus partidas de ajedrez.
 El miedo desapareció solo llegar al cuartel. Me invitaron a pasar, escoltado, a una habitación grande, con ventanas que daban al exterior- veía pasar gente y no sólo militares- con aire acondicionado que podía regular yo , ¡qué lujo! y con una cama, silla y un pequeño sillón y un cuarto de baño casi completo; faltaba sólo la ducha. Dormí.
 Dormía profundamente cuando unos suaves golpes en la puerta me devolvieron a la realidad. "O senhor padre pode venir conmigo para o almorço". Después de levantarme, asearme y vestirme salí de la habitación; el desayuno, frugal, pero bueno en compañía, eso sí, de militares con estrellas y más estrellas. Después de nuevo a la habitación - que no celda -. Al entrar leo en la puerta : "oficial do dia". Era el aposento del responsable de la vigilancia y control. Cada día uno distinto. Pero ninguno se manifestó abiertamente molesto conmigo, por estar ocupando su habitación. Por la noche, más bien al anochecer me visita uno de ellos y me explica que para ir a comer iremos al hotel militar.- ¡No tengo dinero! Ni falta que le hace. Corre a cuenta del Comandante del Cuartel General. Pero es que todavía no he podido ducharme, me aventuro a decir.- No se preocupe en el hotel le proporcionaré una habitación para que pueda ducharse . Y así fue.... durante unos cinco días.
Recuperé mi autoestima. Reafirmé mi voluntad de sobrevivir, y mis niveles de exigencia fueron en aumento: ropa para cambiarme, duchas por la noche, comida a la carta siguiendo lo que hacia mi acompañante y un sin fin de pocas cosas que son muchas cuando sientes tu libertad limitada: pequeños paseos por el exterior, algún libro para leer, revistas y todo , o casi todo me lo concedían .
 Me parecía que estaba a las puertas de la libertad... Pero sin explicaciones ni aclaraciones, ni interrogatorios ni nada de nada.