El miedo desapareció solo llegar al cuartel. Me invitaron a pasar, escoltado, a una habitación grande, con ventanas que daban al exterior- veía pasar gente y no sólo militares- con aire acondicionado que podía regular yo , ¡qué lujo! y con una cama, silla y un pequeño sillón y un cuarto de baño casi completo; faltaba sólo la ducha.
Dormí.
Dormía profundamente cuando unos suaves golpes en la puerta me devolvieron a la realidad. "O senhor padre pode venir conmigo para o almorço". Después de levantarme, asearme y vestirme salí de la habitación; el desayuno, frugal, pero bueno en compañía, eso sí, de militares con estrellas y más estrellas.
Después de nuevo a la habitación - que no celda -. Al entrar leo en la puerta : "oficial do dia". Era el aposento del responsable de la vigilancia y control. Cada día uno distinto. Pero ninguno se manifestó abiertamente molesto conmigo, por estar ocupando su habitación. Por la noche, más bien al anochecer me visita uno de ellos y me explica que para ir a comer iremos al hotel militar.- ¡No tengo dinero! Ni falta que le hace. Corre a cuenta del Comandante del Cuartel General. Pero es que todavía no he podido ducharme, me aventuro a decir.- No se preocupe en el hotel le proporcionaré una habitación para que pueda ducharse .
Y así fue.... durante unos cinco días.
Recuperé mi autoestima. Reafirmé mi voluntad de sobrevivir, y mis niveles de exigencia fueron en aumento: ropa para cambiarme, duchas por la noche, comida a la carta siguiendo lo que hacia mi acompañante y un sin fin de pocas cosas que son muchas cuando sientes tu libertad limitada: pequeños paseos por el exterior, algún libro para leer, revistas y todo , o casi todo me lo concedían .
Me parecía que estaba a las puertas de la libertad... Pero sin explicaciones ni aclaraciones, ni interrogatorios ni nada de nada.
1 comentario:
HOMBREEEE ESTA ENTREGA HA SIDO UN POCO LIGHT, A VER SI EN LA SIGUIENTE SE ANIMA LA COSA :-)
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