Primera sorpresa: somos los únicos pasajeros de este vuelo.
Segunda sorpresa: es una (es un JUNKERS) -como el de Guayaquil 10 años después- pero , no tiene asientos, son bancos de hierro adosados a los laterales, para agarrarse el cinturón de seguridad agarradera en el techo como en los tranvías y autobuses antiguos de Barcelona o los "pulgueros" y "colectivos" de La Paz o de Quito.
Tercera sorpresa: el suelo metálico está recubierto (aunque no te lo puedas creer) de piedras y cantos rodados - esta es su carga -destinados a construir la pista del aeropuerto de Trinidad, capital del departamento del Beni.
Cuarta: los pilotos -superexpertos, de lo contrario ya estarían muertos- conducen con una brújula de mano y mirando los pasos entre cumbres. Su pericia es inmensa; Nuestro miedo también... perdón nuestro pánico. No hay separación entre cabina y "pasaje o carga".
Quinta: el aire acondicionado no existe. Sus servicios se confían al aire que penetra por las rendijas a lo largo y ancho de todo el aparato.
Sexta y última- por hoy- el aterrizaje es perfecto en el "aeropuerto" que va de "vaca a vaca" y termina donde termina el pasto de estos preciosos animales , que más tarde veremos que nos permitieron regresar a La Paz no sin antes pasar unas experiencias que el próximo capítulo os permitirá conocer con bastantes detalles, algunos de ellos escalofriantes.
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