martes, 30 de marzo de 2021

ENTRE LOS RECUERDOS, LA OCUPACIÓN NACIONAL

 Al volver las cosas a la "normalidad" volvieron también los usos y costumbres de la época, siempre tutelados por la Guardia Civil, que tenía patrullas vigilando hasta la montaña de EL FARELL, que domina el Vallés Oriental.

La normalidad consistía que en el "Casino" (un local grande con una planta baja llena de mesas y sillas y un bar), era donde mi abuelo y muchos más se reunían para  para jugar al dominó a las cartas o al ajedrez. Tomando un café o una cervecita durante toda la tarde.

Especialmente los domingos y festivos.

Dentro  había una gran sala con escenario, palcos laterales y sillas en la parte baja. Se usaba todo este conglomerado para fiestas con orquesta, representaciones teatrales (els pastorets), y bailes especialmente para la fiesta mayor.

El final de fiesta se celebra en El Remei  con un aplec de misa y bailes.

Todo esto es para situarnos en la normalidad. La aparente normalidad.

Mi tío Salvador, el de la Farmacia Codina, tenía unas grandes cualidades para el teatro y la diversión de los pequeños y sus padres. Yo recuerdo las veces que le ví haciendo de "diablo" y nada menos que Satanás representando "els pastorets". Yo tenía miedo cuando aparecía en el escenario; pero por suerte siempre ganaban los ángeles, y el niño  Jesús. Todos aplaudíamos. Su hermano Rafel, creo que veterinario, es el que hacía juegos de manos también en el casino. Recuerdo una vez que sacó un periódico, preguntó la edad a un niño y a otro los apuntó en una pizarra, sacó una cerilla, prendió fuego al periódico y aparecieron sin quemarse las edades de los niños !¡ Y así más cosas con las cartas.

 Las monjas también usaban el Casino para las fiestas de final de curso. Recuerdo que una vez tuve que recitar un poema (no sé cual), y después de miles de ensayos, al final me dieron un gran consejo: ¡No hables hasta que todo el mundo esté callado! Creo que estuve unos largos dos o tres minutos esperando la ocasión. Se hizo el silencio,. solté mi poesía, saludé, recibí muchos aplausos. 

Entre tanto las tropas"nacionales" ya habían ocupado el territorio nacional, y tomaban posiciones en  los pueblos , para consolidar la victoria, y algo más .

El tren que iba de Caldes a Mollet desapareció, en su lugar la empresa Sagalés hacía el transporte hasta Mollet y hasta el Paseo San Joan de Barcelona, junto a la plaza Tetuán. El angar de los trenes, fue el refugio escogido por los militares "nacionales" para la tropa. Los oficiales y suboficiales debían ser alojados por las familias del pueblo (dormir, comer y aseo). Yo tenía cierto miedo. Entraban a casa l'avia, como dueños y hasta l'avi dejaba la botiga para saludarles. Unos días era uno y otros días fueron dos.

Todavía recuerdo a mi abuela preparando los desayunos y al ayudante limpiando las botas para el capitán. No era una situación muy cómoda, pero eran los que habían librado la batalla por la victoria.

Un día fui a mirar, de escondidas, el angar donde estaba la tropa. Allí dormían, y había unas perolas enormes para la comida. Me impresionó la gente, las perolas, la comida y el olor que ahora diría mezcla de sudor, ropa sucia, garbanzos cocidos, y no sé que mas. 

Una anécdota: pasaba un muchachito (era en invierno), descalzo y sin pantaloncitos, sus padres tocaban, junto a una cabra , un piano de manubrio. El niño pedía la voluntad. Un vecino dels avis, calvo de solemnidad, al verle de tal guisa, le llama, le dió unas monedas y le dice:¿Que no tens fred al culet?

El niño le mira, se para, vuelve hacia atrás y le suelta: ¿Usted tiene frío en la cabeza?, ¡No!, responde el hombre;- pues yo tampoco en el culo !Es toda una imagen de la situación del pueblo. 

Y si venían los "regulares", creo que eran las tropas marroquis "voluntarios" para la guerra civil, pero ahora ya en calidad de victoriosos, limpiaban la tienda," cuidadosamente".¡ Pagar no!  ¿Por qué si nos habían liberado?

En el casino es donde els senyorets, entre baile y baile, buscaban a la senyoreta (la fadrina), para enamorarla. Le ofrecía un ramo de flores, se lo llevaba una camarero, y ya está.

Mi madre tenía entonces 18 años y mi padre -un senyor de Barcelona y con carrera y estudios y un buen porvenir- tenía 28.

No hay comentarios: