viernes, 2 de abril de 2021

LA CALLE DUQUESA DE ORLEANS 14, 1º

La casa y la calle todavía existen- Fue nuestro primer domicilio en Barcelona (Sarrià) cerca del cole los jesuitas, San Ignacio.

Todavía está la misma ventana, a la que nos asomábamos mi hermano y yo. Qué diferencia de vivir en La Escuela de Agricultura de Caldas. El espacio era pequeño. Apenas había un pasillo corto, muy corto. Y de jardín o terrazas, nada de nada.

Pero la zona era "muy buena y muy chic". Poco a poco pudimos bajar a la calle a jugar, a frontón con una pelota  atada a una goma. Apenas había coches que circularan por allí.

A mi madre, que siempre fue más de aparentar, el piso se le caía encima, mi padre , mucho más práctico y acomodaticio a las circunstancias, le parecía bien, mientras no encontremos otra casa.

Recuerdos vivenciales:

-Ponernos a la ventana, y coger cigarrillos Lucir rubios y fumarlos echando las colillas a la calle. Les vimos llegar y corriendo abrimos la ventana del comedor, escondimos el paquete de cigarrillos y... nos pillaron.

Mi madre me hizo ir a confesar a la parroquia. El cura me dijo que estaba mal lo que había hecho, pero no era ningún pecado. ¡Menos mal!

Había un terrado en la azotea. Allí instalamos un " teléfono", con envases de plástico de yogures y una cuerdecita muy fina, con un amigo del colegio. Era Blanc Xiró, si mal no recuerdo era José Luis. Tenía un hermano jesuita.
Al colegio íbamos a pie, Solamente había que ir con cuidado con el tranvía que pasaba por el paseo Bonanova, era el nº 64. Éste más tarde fue nuestro tranvía habitual, al cambiar de domicilio.
Y la tentación (doble tentación) era el intercambio de bocadillos entre los compañeros, y la  peor era la permuta de bocadillos por caramelos o chicles, con un hombre que nos los ofrecía. El hombre prosperó, de la cesta, pasó a un carrito, y del carrito a un artilugio con helados y polos, siempre con permuta.- También tenía cacahuetes y chufas . Y el negocio prosperó tanto que, nuestros padres sospecharon , pues al llegar a casa al mediodía , teníamos mucha hambre.
Se descubrió el "pasteleo", y el hombre desapareció de la esquina. No lo vimos más.
La otra tentación, era el colegio de monjas, para niñas ; Ya mayorcitos hacia el final del bachillerato, Entrar dentro, a escondidas, y poner una piedra en la puerta para que no se cerrara automáticamente, y espiábamos a las niñas.
Se acabó en seco por culpa del profesor de matemáticas (excelente profesor) . Nos dio una arenga sobre la dignidad, el respeto,  las niñas y los niños, y que si se repetían esos actos , el colegio nos castigaría.
¡Repetimos!
¡Nos castigaron a "los mejores de la clase" con un domingo de 8.00 a 20.00, en el colegio, con desayuno, y comida, y al final nos dejaron entrar al cine, sin pagar.!
Esto último fue gracias al Padre Asensio sj. prefecto de disciplina. Le llamábamos el padre "diplomático", ya que tenía un pulmón menos, extirpado, y se quedó  CON SU LADO EN BAJADA. 

Gamberradas del colegio podría contar muchas, y en  muchas de ellas era yo el protagonista. 

Las dejo para la próxima entrega. 



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