viernes, 9 de abril de 2021

¡ BARCELONA ENAMORA!

 

Yo disfrutaba en Barcelona. Era libre, tenía amigos , nos encontrábamos para pasear. Muchas veces salíamos del colegio por la tarde, y bajábamos a pie hasta la calle Pelayo-Balmes. Era un disfrute y un goce de la libertad.

Dos tropiezos  tuve en esta etapa, que echando la vista atrás era generosa con nosotros, esplendorosa en sus atardeceres, y larga en sus noches oscuras y con  poca luz en sus calles ruidosas por los tranvías y las bocinas de los coches y taxis, siempre amarillos y yo los recuerdo con sus depósitos de gasógeno, con mucha humareda, eran las consecuencias de la post-guerra y de la carencia de mucho de lo esencial.

Pero la vida, nuestra vida seguía.

Un día, al regresar por la tarde al colegio, vino el P. Asensio, con cara muy seria. Nos hizo sentar y nos dijo:

Tengo una mala noticia para todos Vdes. Era por la tarde a las 3.30.    Acaba de morir vuestro compañero de clase, (imposible recordar el nombre), Se ha caído por el hueco de la escalera (seis pisos ) más el terrado, se ha roto la claraboya, y se ha estrellado junto a la entrada de la calle. Fue un impacto terrible. Su silla y mesa estaba vacía. Al cabo de dos días cambiamos la disposición de las mesas, los sitios donde nos sentábamos, y poco a poco fuimos olvidando.

El otro fue más personal, duró varios días, dentro del tranvía.

Me gustaba ponerme,cuando ya no iba con mi hermano, en la plataforma posterior para mirar la calle, las casas, la dente, los amigos que bajaban todos antyes que yo; sencillamente mirar, ver y observar.

No observé, hasta al cabo de unos días que un señor joven se ponía siempre junto a mi, cuando quedaba solo; poco a poco me arriconaba, en la esquina, yo me sentía miedoso y temeroso sin saber a ciencia cierta por qué.

Probé todo, bajar antes, él me seguía. Ir delante junto al conductor, él me seguía.Lo dije al revisor, y no le dio importancia Y así durante muchos días. A veces dejaba pasar un tranvía simulaba que subía, y él estaba ya detrás mío.

El balcón del comedor daba a la calle. El de mis padres y después mis hermanas también. Sólo llegar arriba miraba y allí estaba junto a la pared de la casa "BELLA AURORA", esperando que yo bajara.

Un día no quise ir al colegio - "me econtraba mal"-, al día siguiente se repitió lo mismo, al final no pude más y se lo conté a papá. 

Me hizo caso enseguida, y  durante muchos días me acompañaba para que fuera con el tren de Sarriá, y él vigilaba.

El señor joven desapareció durante mucho tiempo. Pero pasados unos meses volvió. Entonces mi padre me acompañó en coche al colegio, habló con el Director, creo que el P. Bona, éste con el P. Espiritual, el P. Lucia, , y estos a su vez conmigo. Y la historia acabó aquí.

Pero descubrimos mis amigos y yo otra gamberradita de estudiante. Era inocente. Descubrimos que podíamos pasar sin pagar hasta el final del trayecto del tren en Sarriá. Nos poníamos en fila india, al pasar el control de salida los de delante decíamos, el último tiene los billetes, comprados por cuatro. Llegaba el último y decía : yo tengo mi billete, estos no van conmigo. Lo pudimos hacer varios días, pero al final había ya un revisor que al bajar del vagón pedía el billete a cada uno,... y se acabó el truco, por lo menos éste. Quedaban otros recursos: lo he perdido, no tengo más dinero, pasar a cuclillas, armar un poquito de alboroto... 

De todas maneras con la edad sentamos la cabeza y los pies , y nos volvimos formalitos.

Ya empezamos a estudiar inglés y francés en el colegio. Y las visitas de los barcos de guerra americanos, algún francés , eran una excusa formidable. Ya veréis. También llegó el SEMIRAMIS", y ¡viva el régimen.! Esto es lo que decían las emisoras de radio y los periódicos. Por cierto todos decían lo mismo pero teníamos la libertad de leerlos o no y de comprarlos o no. ¡Algo es algo!


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