sábado, 22 de agosto de 2020

LAS DESPEDIDAS SIEMPRE TRAEN RECUERDOS

 Me parece que fue ... cuando conocí a LINDA.

Al llegar a casa la encuentro tan vacía, tan sola, que solo el calor insoportable de la calle me impide escaparme.

Me cansa mucho pensar, no quiero pensar, pero SÍ QUIERO  RECORDAR. 

En la casa repaso su vida, toda ella me habla de LINDA.  Sus fotos, de siempre y de ahora. Sus cosas de cada día y de cada noche. Hay tantas  que me hablan de su vida; de lo dura  que fue en su infancia, del hambre que pasó, de cómo con 13 años la mandaron a trabajar a los astilleros de Viana do Castelo , a   5  kilómetros de su casa, con una sardina y media patata.

Otras explican que después en Francia intentó ser feliz, adaptarse, aprender la lengua, leer mucho y sobretodo estar atenta a las conversaciones para lograr salir adelante. Y lo logró.

Y hay recuerdos : sus tapetes, su  mirada permanente sobre todo  lo que quería y lo que despreciaba (/recuerdos tristes de personas que la humillaron, y la marginaron y nos olvidaron ), hasta borrarla  de su memoria.

Y también imágenes de felicidad, de gozo, de vida llena de ilusiones, de esperanzas : viajes y vida en Perú, Ecuador, Colombia, los dos juntos sin separarnos ni un momento. El regreso de América con 14 maletas, unos amigos  esperando, alojandonos.

Era una nueva vida llena de esperanza.  Y las fotos lo dicen: casa, hijos, trabajo, platos en la pared, muchos platos, muchos recuerdos y una ilusión común: CONSTRUIR POCO A POCO NUESTRO NIDO, VIVIR NUESTRO AMOR, DISFRUTAR DE LOS HIJOS, QUE LOS HIJOS DISFRUTARAN DE NOSOTROS  y así llegar al final.

La casa sigue vacía, toda silenciosa, esperando , que  se llene de vida poco a poco con mis hijos y mis nietos. Y cada día se llena.

Lo cierto es que los 46 años de vida compartida, dan para muchas ilusiones. Y nos las dieron. 


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