domingo, 22 de noviembre de 2020

NUESTRO PRIMER ENCUENTRO Y OTROS MAS

 No fue en Lima. Fue como ya sabéis en París. Pero fue un encuentro porque ambos necesitábamos hablar. Yo creía que era solamente Linda la que necesitaba ayuda. Y la escuché varios días, unas veces en la iglesia Sant François d'Anthony otras veces en casa con su hermana Augusta. Pero la realidad era otra: los dos sin saberlo necesitábamos que alguien nos escuchara, nos comprendiera, nos diera ánimos para seguir querer viviendo.

Mis cajas de pastillas, y sus dosis de medicamentos, para la úlcera y para poder tener un ánimo sosegado, hicieron el resto. Descubrimos que nos faltaba"alguien" que nos pusiera en paz.

Este "alguien" fue precisamente el amor y la confianza, y la esperanza de que yo no la traicionaría. El amor y el deseo saltaban a borbotones en cada mirada, en cada roce, en cada espera en las escaleras del metro, en la rue Grenelle, en el parque de Luxemburgo, en el self.

Este primer encuentro duró un año.

Y siguió después: fue uno muy breve, en las puertas y a la entrada del banco de Bilbao en París. La llamé; mis padres estaban esperando. Yo no tuve el valor de decirles: estoy enamorado. Ni se dieron cuenta de que estaba allí. Le hablé, intente explicarle, !cómo lo iba a entender si recién empezábamos el descubrimiento del amor¡  Este fue el segundo.

La presión familiar era muy fuerte, demasiado fuerte para hacerle frente. La solución era huir lejos, para que nos encontráramos los dos otra vez y reiniciar una relación que apenas había comenzado y un amor intenso que se iba descubriendo. Y hubo un  tercero en Barcelona, el que yo creía que abriría las puertas para planear con calma nuestra vida futura. !No tenía la llave de bronce todavía¡

El encuentro en Barcelona en casa de mi hermana, fue un auténtico fiasco. Ernesto lo calificó de abuso de confianza, y yo de exceso de confianza en ellos que me habían visto a solas en Santander. Yo creí que habían entendido mi ruptura jesuítica y después mi necesidad de compartir con amor una vida.

Sinceramente me sentí traicionado. Y Linda volvió sola en autobús a París, a esperar... Hasta que salí hacia Lima. Unos días antes volví a París en avión para intentar reasegurarla, que al otro lado del charco, la esperaba y le preparaba una acogida. Estuve una horas, pero reafirmamos nuestra espera y confianza, no sin miedos para parte de los dos.

Después ya en Lima la vida nos cambió y nos remodeló.  A los dos días de llegar, fuimos paseando por el centro de Lima. En la calle Jirón de la Unión, una calle muy comercial, había joyerías. Nos faltaba nuestro anillo de compromiso: los dos lo queríamos.

Y salimos de allí con un anillo de plata, grabado por dentro con la fecha 28-I-1974 y en cada uno el nombre del otro.. Y nos fuimos a comer a un chino, junto a la plaza de armas.

Es desde esta fecha que siempre hemos contado nuestros años de matrimonio.

Y a partir de ahí cada día era un nuevo amanecer, lleno de luz y de alegría. Atravesar la plaza San Martín para venir al Ministerio y pasear juntos por la Avenida La Colmena o estar con los amigos que pasaban o que hacíamos en Lima y después en Quito, era un profundizar en nuestra esperanza de un futuro mejor. Nunca nos planteamos regresar a España o a Francia como lo hicimos. Nos dejamos llevar por las circunstancias y el viento a favor  para tomar las decisiones.

En Ecuador los encuentros vividos cada día, tenían una intensidad que superaba al sol ecuatorial que brillaba en  el inmenso azul del cielo y la grandiosidad del Pacífico junto a Guayaquil, Portoviejo.

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