lunes, 30 de noviembre de 2020

TODO EMPIEZA EN EL AÑO 1972

 Y se desplaza corriendo años hasta hoy.

Llevo varios días que no me atrevo a escribir. Siento la falta de Linda y la soledad, el silencio, la angustia. La pena por su ausencia me arrebata las noches , se quedan en blanco,se tiñen de rojo y negro y los días se vuelven grises  y tristes y sin ilusiones.

¿Qué sentido tiene seguir escribiendo de "mi vida" cuando la persona que animó y comprendió, y participó de ella con entrega total ya no está? Es verdad que ahora ya no era mi vida, era la de Linda, que gozaba de la vida con sus hijos, nuestros hijos, y que como casi todas las madres sufría con sus tropiezos y  gozaba con sus éxitos.

  Vivió intensamente su vida siempre atenta a los vaivenes del hacer y crear diario de nuestros hijos y de yo mismo.

Era Linda una mujer que necesitaba vitalmente ser partícipe   de la vida de todos nosotros. Necesitaba sentirse útil y querida con amor y cariño. No le gustaba que tomaran decisiones por ella. No soportaba los silencios, le dolían las ausencias, le aterraban las dudas,  y necesitaba clarificar  todas las zonas que le parecían oscuras, tanto en su misma vida (dudas sobre la salud, dudas sobre la verdad de los médicos, dudas sobre el mañana, que ya empezaba hoy mismo), como en  la vida de los que  la rodeamos permanentemente. Y esto fue así hasta el final.

Tuvo ansias de salir, de conocer, de vivir el mundo no desde una ventana o un balcón, necesitaba pisarlo, olerlo, admirarlo y de hacer partícipe a los demás de lo que había descubierto. Por esto me pidió al final que abriera las ventanas, las cortinas y la persiana. !Quiero luz , necesito la luz del sol¡ La necesitaba para el largo viaje que iba a iniciar  apenas una hora después.

Si mal no recuerdo, la primera salida que hicimos, ya en Castelldefels fue a Valencia. Quería volver, readmirar otra vez el mercado central, buscar un apartamento para una semana y disfrutar la vida marina mediterránea que respira todo el Mercado Central de Valencia. Fuimos en tren,  en el EUROMED en primera clase, y el viaje se le hizo corto y bello. Los campos  de naranjos, mandarinas, la huerta de Valencia y de Castellón, le animaron a salir más.

Como ya estaba  jubilado, planeamos otra salida a Madrid. Esta vez en el AVE. ! Qué gozada de viaje¡. En primera y con ayuda para llevar las maletas y subir y bajar del tren . Estuvimos en el Madrid de los Austrias, nos extasiamos ante el monumento a Calderón de la Barca, en una bonita plaza.Llegamos hasta la Puerta del Sol.Visitamos plazas, parques y jardines y hasta el Ministerio de Asuntos Exteriores .Recorrimos el Madrid moderno  y paseamos por la calle de Alcalá, la carrera San Jerónimo, y disfrutamos de la vida y del arte del Madrid clásico y del Moderno.Este en el autobús turístico. Me olvidaba la estación de Atocha le encantó.

Hubo otra salida, que nos supo a poco. Le quedaba también el anhelo de regresar, hospedarnos en  el mismo hotel, frente al Casino  y junto al Sardinero, en Santander.  Fue para el bautizo de Alejandro. Lamentamos no quedarnos unos días más, ya que íbamos y veníamos en avión. Pero no lo hicimos.  Quería haber llegado hasta el palacio de la Magdalena, y disfrutar más del cantábrico. Le recordaba los vientos húmedos del Atlántico de Viana do Castelo. Y he de confesar que los viajes en avión le daban miedo, se cogía de mi mano, prefería escoger delante y uno a cada lado del pasillo (entonces se podía hacer).

Y como todavía podía, nos animamos con el viaje en tren más largo. Barcelona- Vigo- Viana do Castelo-Oporto y Lisboa. Ida y vuelta. Estuvimos con su hermana María y su sobrina Veronique y también  con Aleixandro, el otro sobrino.  El paso del tren sobre las escarpadas campiñas de viñas del rio Sil y del Miño, y los túneles oscuros y estrechos  añadían un plus de intriga y de  riesgo al viaje. La moderna estación central de Lisboa nos impresionó... pero nos agotó. El tramo de Vigo a Viana, era hermoso, porque sí. El cambio de horario respecto al de España, nos hizo descubrir un amanecer, cargado de lucecitas y de un resplandor del sol saliendo de tras os montes, para buscar el mar. Recuerdo yo otro amanecer al entrar a Río de Janeiro. Pero estaba sin Linda, por esto no brillaba tanto.

Hubo otros viajes. Lo dejo para otro día. Estos fueron felices, llenos de ilusión y cosas que contar. Con todo en Valencia tuvo un primer aviso de problemas de salud. Un dolor fuerte en el pecho al salir de una pizzería, por la noche. Lo achacamos al frío intenso. Paramos, se repuso, y  ya está.

En Madrid ya notaba que se cansaba más que antes, y alguna vez fui yo solo a comprar para cenar porque no quería salir de noche. Tuvo miedo de repetir el susto de Valencia.

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