lunes, 28 de septiembre de 2020

CONTINUAMOS POR LA PANAMERICANA

 La cordillera occidental se subdivide en  occidental y central. La panamericana parece tener ciertos reparos de adentrarse  en la central y decide bordear, sin ser muy atrevida, el camino entre ambas . Las ciudades y los pueblecitos,  la frondosidad,y la alta humedad por la noche  hacen que el viaje sea un poco más lento.

Pero visto lo que ya hicimos, pensamos con razón que no iba a ser muy diferente.

Un frenazo, un frenazo de los buenos, ya en plena noche nos despierta de nuestros sueños y suposiciones.!Buenas noches señores¡ Iba armado con un fusil de repetición, llevaba un uniforme que parecía militar. Se pasea por el pasillo central del autocar; una vez, dos veces, hasta tres veces y aparece otro "soldado" en la escalera del bus. "que bajen todos los hombres, ya pues"¡ Bajamos; !todos  parados ¡junto al bus. Manos a la cabeza. Cacheo general, uno a uno.. y  suban todos. Prosigan el camino no les molestarán ya más.

Silencio... cuchicheos... siempre es igual... buscan a alguien ... no paran hasta que lo encuentran. Son paramilitares, no recuerdo que grupo. 

A mi me entró sudor frío; a Linda un tremendo dolor de barriga y un gran malestar. En Manizales, el conductor para un rato , yo compro una especie de orangina, Linda no quiere nada. Se encuentra traspuesta. Yo siento unos retortijones y otro caballero también. En Caldas le pido a gritos que pare que no aguanto. Se lo suplico, le imploro.... Y para. Voy directo al baño  y abro y oigo:!pase , pase, no se incomode¡ eran dos WC en la misma habitación sin pared ni cortina pero con  unos  olorcitos a mie......

Por suerte fue una vez y no más. Linda lo pasó peor. Al llegar a Medellín y bajar para cambiar de autobús se dio cuenta de por qué se encontraba tan mal.

Mientras bajaban los bultos y las maletas (14) se pudo poner un poco en forma. 

Teníamos que esperar unas 6 horas hasta el próximo enlace. Un hombre con botas de montar a caballo, sombrero de ala ancha, chaleco de cuero, pantalón  vaquero tenía entre sus manos un cuchillo-navaja, y mientras se limpiaba las uñas nos observa atentamente.

Desean entrar a asearse un poco en el interior? Claro ¡ No se preocupen yo les cuido el equipaje. El conductor ya me avisó. !"son muy buena gente"¡... Y nos fuimos, nos duchamos, desayunamos y al regresar el mismo hombre estaba aguantando la misma columna, los pies cruzados , la navaja entre las manos, y las maletas estaban todas, en el mismo sitio, menos una que la movió de lugar porque molestaba a la gente. Le abonamos lo que nos pidió, a tanto por bulto - pero sin abusar- y nos ayudó a subirlas al nuevo autocar para enfilar ya hacia Cartagena.

Dejamos ya los Andes , que se pierden poco a poco en la lejanía, incluso el nevado Ruiz, hermoso y solemne hasta en la lejanía, y observamos un hermoso y fecundo  valle y una ancha planicie  que nos anuncian la llegada a nuestro fin de viaje en América.

Atrás queda Quito, Cotocollao, amigos que duran para siempre, volcanes majestuosos que con su sombra nos protegían muy especialmente en Quito el Pichincha, el Cotopaxi...

En el hotel nos esperaban y nos hospedaron en una hermosa habitación, no sin  antes ofrecernos uns refrescos tropicales... que nos sentaron, para repetir... y repetimos.

El buque no recuerdo el nombre y no encuentro las cartas de la comida de abordo. Pero era o el DONIZETTI o el VERDI.  El trato era excelente, y los cuidados y atenciones por parte de la oficialidad y del mismísimo capitán excelentes.

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